De acuerdo a lo estipulado por la Ley 31/1995 de Prevención de Riesgos Laborales y el RD 39/1997 de los Servicios de Prevención, la gestión de la seguridad en el ámbito laboral, como parte fundamental de la acción empresarial, debe ser un elemento integrado en todas las decisiones y actividades corporativas. Esto implica que establecer una estrategia de prevención de riesgos laborales dentro de la empresa conlleva la implementación de un plan que abarque no solo una estructura organizativa, sino también la definición de funciones, prácticas, procedimientos y recursos requeridos para llevar adelante dicha estrategia. La ejecución de estas acciones preventivas se realiza siguiendo las pautas establecidas en el capítulo III del mencionado RD 39/1997.
La organización de la prevención no se rige por un único modelo válido, sino que su diseño dependerá de la estructura de la empresa y de la cultura interna. En cada caso, el enfoque más eficiente es aquel que se integra plenamente con las actividades productivas, llevando a que directivos, técnicos, líderes y empleados asuman las responsabilidades pertinentes en esta materia. Independientemente del enfoque adoptado conforme a las regulaciones vigentes y ajustado a la plantilla y actividad (empleador directo, trabajador designado o servicio de prevención interno, conjunto o externo), es esencial contar en cada centro de trabajo con individuos encargados de coordinar, supervisar y controlar la gestión de la seguridad laboral.
Aunque es permitido legalmente que una empresa externalice toda su actividad preventiva a un Servicio de Prevención Externo, resulta altamente recomendable que un miembro competente dentro de la propia organización, respaldado por la dirección, actúe como nexo con dicho servicio y brinde el soporte logístico necesario para la correcta ejecución y desarrollo del sistema.
La responsabilidad de definir y comunicar el organigrama general de la empresa recae en la dirección, donde se asignan las funciones a cada miembro del equipo. Dentro de este organigrama, es crucial definir las funciones relativas a la prevención de riesgos laborales en coherencia con la política preventiva adoptada por la empresa y su estructura general. La definición por escrito de estas funciones preventivas y el aseguramiento de su cumplimiento no solo resulta necesario, sino que además se convierte en un medio esencial para lograr el nivel de compromiso y autocontrol requeridos para construir una cultura empresarial centrada en las personas y para la efectiva implementación del sistema preventivo seleccionado.
Por lo tanto, el objetivo no es crear una estructura paralela a las existentes sin conexión, sino más bien adaptar la organización preventiva a la estructura global de la empresa. Es recomendable evitar conflictos en la asignación de responsabilidades que puedan surgir en el ámbito de la prevención, especialmente en empresas con múltiples centros de trabajo y un Servicio de Prevención interno. En estas situaciones, la responsabilidad de la acción preventiva en cada centro de trabajo recae en la dirección del mismo, la cual debe apoyar la implementación del plan preventivo aprobado por la dirección general y sus acciones derivadas. En este sentido, es necesario establecer las funciones preventivas de los individuos y el tiempo requerido para estas actividades.
Existen dos tipos de acciones preventivas en las actividades diarias de las personas: aquellas que involucran la realización de tareas de calidad establecidas y donde los aspectos preventivos deben ser intrínsecos al trabajo, y aquellas consideradas específicamente preventivas, como investigaciones de accidentes y revisiones de seguridad de equipos. Ambas son esenciales para lograr la integración adecuada de la prevención en las operaciones cotidianas y para fomentar la implicación de líderes y empleados en la mejora continua y la innovación dentro del sistema de prevención.
En resumen, la integración de la prevención de riesgos laborales en la empresa no implica una estructura independiente, sino que debe estar completamente alineada con la organización existente. Esto asegura que la prevención sea un componente integral de las operaciones y decisiones corporativas, promoviendo una cultura de seguridad y confianza.